01 diciembre 2015

LLÉVATE TODO

Autor: David Cañaveral

Llévate todo,
pero no mis poemas
llévate mi mente si quieres,
pero no mis letras
ya tengo varias lineas perdidas;
te las has llevado tú
entiende que no soy Bukowski o Fante.
Llévatelo todo de una vez
mis momentos
mis licores
mi vida
mi alma si quieres;
llévate todo eso
pero deja intactos mis poemas
¿No ves que no me parezco a Borges o a Neruda?
Quédate con el café cargado de mis noches
te regalo mi lámpara nocturna si quieres,
te puedes llevar algunos libros de mi biblioteca
pero por favor, 
no te lleves mis poemas.

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25 noviembre 2015

CARTA DE DOLOR

 Por: Bairon Ramírez Mejía


Fecha: Mañana, ayer, hoy


Me duelen las rodillas de tortuga, por el frío. ¿Será que me van amputar las piernas como al santo? Tal vez así mi obra de párvulo sea famosa. Aunque desprecio la fama.

Me las amputarán en vano.

La otra semana sentiré más dolor, pero será un dolor distante. Ya no estaré en esta ciudad de noches frías y dolorosas.

Ya no sé qué escribir.

...

¿Se me habrán acabado las palabras?

¡Estas teclas son infinitas!



02 noviembre 2015

DIOS Y AZAR

Por: Mateo Matías Arango

“… campanadas celestiales que esnifan el bazuco,
el polvo derrochado por el sol
que desamparó este pedacito de ciudad”

No tengo paz con esta ciudad colmada de neurosis, ni goce; mi dionisiaco placer me lo han robado las chicas de la vida alegre que pululan bajo los hospedajes residenciales entre séptima y octava.
"El azar no existe, Dios no juega a los dados"; el mío ha caído bajo la misma dirección de los dados de un viejo bullicioso que, como Einstein, sabe que Dios no regala monedas.
Una niña ya crecida —cumpliendo las promesas de la ciudad moderna aguarda sin quisquilleos para quedar presa en una de las esquinas del enviciado tablero. Reza como le enseñó su tata para que aquel hombre al cual se le ha ido desvaneciendo la juventud en las cárceles del parque, no se le desvanezca la suerte; caigan los dados en par (una victoriosa partida para una noche de ajetreo nocturno) acompañados de campanadas celestiales que esnifan el bazuco, el polvo derrochado por el sol que desamparó este pedacito de ciudad, de libertad; de un parque donde los niños juegan a recolectar monedas de peso y luchan contra los pájaros por las migajas de pan.
La audacia informal de aquella falda ceñida a unas piernas carcomidas por el animal que contempló Steinbeck como ciudad, es la antítesis de que dios y azar no se entrelazan en la perla.